miércoles, 15 de enero de 2014

Decidir es seguir vivo

Dicen que en tus peores días escribes las mejores cosas. Ultimamente mis días malos se han vuelto barajitas repetidas: "otra vez con lo mismo", "este malestar no se me quita", "hasta cuándo". Es increíble la cantidad de cosas que pueden cambiar en apenas unos días: tu mentalidad sobre algo, tus deseos, tus necesidades, tu vida.

Mi espíritu eternamente optimista ha sido golpeado duramente, aguanté lo más que pude,ignoré hasta donde me dio la fuerza, y finalmente llegué a lo que muchos llaman punto de quiebre. Lo poco que me quedaba a mi favor se me escurre de las manos como agua entre los dedos, imposible de sostener, imposible de volver a recoger.

El país se me terminó de poner en contra. No sé qué fue exactamente, creo más en la teoría de que fue la suma de varios factores, o sencillamente estoy madurando, pensando en la familia que quiero formar cuando llegue el momento.

Mi estado de ánimo cambia constantemente. Envejecí unos años en poco más de un mes, no lo quería asumir. Me volví nerviosa y paranoica, mi cara de valiente en el Metro, que fingía tener como si de ella dependiera mi nominación al Oscar, ha ido extinguiéndose. Tengo sueños y pensamientos que ya no son tan bonitos, la mayoría del tiempo me encuentro rezando para que nada malo le pase a mis hermanos, a mis papás, a mi novio, a mí. En algún punto del día me invaden unas ganas de llorar completamente inesperadas, me siento frágil e indefensa, con impotencia y miedo. Me volví triste con momentos de sonrisa, a veces fingida. Acaparé mis pensamientos con dudas e incertidumbres, no con la esperanza del que espera ver sus sueños cumplidos, sino con el temor de pensar si este entorno te va a permitir hacerlo, o por lo menos intentarlo.

El miedo a morir, a perder algo, o alguien, es la peor cosa que le puede pasar a una persona, es la más dolorosa de las limitaciones. De allí solo surgen las ganas de huir, correr y jugarle "vivo" al sistema macabro de las bandas y malandros.

No queda mucho de qué sostenerse, siempre estarán tus amigos, tu familia, tu pareja, pero cómo te ayuda eso cuando estás dejando de ser tú, a medida que te restan cosas, las motivaciones van disminuyendo, las ganas, la garra, la risa. Y eso sí se: cuando te quitan los sueños, te quitan todo.

Al final todo se resume a una cosa, tan sencilla y tan dura: decidir... y cruzar los dedos para que pase lo mejor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario