lunes, 24 de octubre de 2011

Decidí no volver a prometer

Hablando de segundas oportunidades, alguien me habló del nuevo disco de Incubus y me dijo que escuchara el sencillo "promises, promises". Esa persona no tenía ninguna esperanza, pues en varias ocasiones le conté del rechazo que me generaba la banda, no porque me parezca mala, simplemente porque no hay empatía entre su música y yo. Nada más. El hecho es que escuché la canción porque -por lo menos cuando de arte se trata- me gusta dar segundas oportunidades. ¡Bingo! Buena decisión, la canción resultó agradarme mucho. Y justo estas dos cosas fueron las que me motivaron a escribir nuevamente: promesas y segundas oportunidades.

Son de esos temas que cuando los abordas, casi inmediatamente, alguien los tilda de intensos, cuando en realidad son básicos, sencillos y nos facilitarían mucho las cosas. Empecé a preguntarme de dónde habrá salido esa ¿necesidad? de prometer. ¿Por qué somos tan irresponsables? Jugamos con el tiempo y el futuro, subestimando el valor que tiene cada uno. ¿Por qué no ser más realistas y menos románticos?

Puede que suene bonita la frase que inicia con el popular "te prometo...", pero en mi corta experiencia, he aprendido que esa lindura se diluye como sal en el agua y el sabor que deja es mucho peor. Termina causando amargura y desesperanza, nada menos tierno que eso. Cuando alguien promete algo puede que confíe en que cumplirá su promesa y probablemente crea firmemente en esa intención, pero lamentablemente -o no- somos incapaces de controlar el mundo, las acciones, incluso nuestras propias reacciones.

Que escriba esto no significa que nunca haya hecho una promesa ¿cómo no hacerlas? Son casi irresistibles, más cuando alguien te dice con cara de bebé koala "¿me lo prometes?".

He pensado que es mucho más noble y romántico aceptar que existe la posibilidad de que podamos herir a quien más queremos, que por eso se requiere de nosotros la mayor honestidad posible y cuando decidimos no prometer estamos respetamos al otro. No lo subestimamos, lo cuidamos. No es que estemos desconfiando de nosotros y nuestras capacidades, creo que estamos trabajando desde ya lo que está en nuestras manos, lo que podemos controlar, lo que nos pertenece y debemos proteger.

No está mal dar segundas oportunidades, pienso que está mal decir creer que en caso de no cumplir una promesa nos darán otro chance, también pienso que está mal escudarnos en esa excusa porque al final del día "somos humanos" y nos podemos equivocar. Me gustaría que respetáramos más al otro, que no subestimáramos el valor de lo que decimos y las palabras que usamos para hacerlo.

No sé si fue la canción, las casualidades o la vida, pero estoy empezando a creer que las promesas solo existen para los que no pueden decir hoy -con lo que tienen o no- que cada paso y equivocación los acercará a lo que desean, con lo bueno o lo malo que eso implique.

Solo puedo pedir y hacer una cosa a futuro: nada de promesas.

jueves, 13 de octubre de 2011

Te quiero hablar a ti

Te quiero hablar a ti. A ti, el que no espera que yo le hable, que no anda buscando respuestas ni palabras de una extraña. A ti, que no sabes quién soy, qué prefiero, qué hago, qué detesto. Es justo a ti a quien quiero hablar.

Quiero saber que has hecho en todo el día. A quién conociste o te perdiste de conocer. Me gustaría saber del tiempo muerto que se te fue durante más de dos horas después de las 3:30 de la tarde.

De quién te enamoraste. ¿Te enamoraste? ¿A quién ignoraste? ¿Acaso en alguien pensabas mientras te cepillabas los dientes esta mañana? Yo creo que sí, pero siento la duda punzante, la que no me deja terminar de decidir, la que molesta tanto como la sensación de esperar más de algo que ya se agotó.

¿Desayunaste? Dicen que es la comida más importante del día. Dependiendo de mi estado de ánimo decido creerlo, sino digo que está "subestimada". ¿Qué tal el trabajo? Porque tienes trabajo, eso creo yo. También me gusta creer que lees una página del libro antes de acostarte todas las noches. Que sueñas a menudo con episodios que parecen sacados de una película.

Seguro inviertes mucho tiempo en los aparatos electrónicos. Te dio gripe la semana pasada y mañana aunque es viernes, el fin de semana no te hace mucha gracia. ¿Por qué miras tanto el reloj? Incluso si no lo tienes puesto, te miras la muñeca como leyendo las venitas que se dejan ver.

A ti decidí hablarle hoy. A ti porque me aburrí de que me conocieran (poco o mucho). A ti porque caminas mirándote los zapatos y tratando de desamarrar las trenzas mentalmente. A ti porque extrañas, pero aceptas al mismo tiempo.

¿Acaso esperas que te hable?