"Un medio para la libre difusión de las ideas, y así fue concebido durante la Ilustración. Esencial para el descubrimiento de la verdad"
Empezar este post con una definición de la libertad de expresión no es un intento de defender, desde el principio, a unos músicos que decidieron hablar de un tema sensible para los venezolanos en un tono humorístico.
Esa definición al comienzo es para todos: los que no están de acuerdo -y lo dicen-, los que sí -y la bailan-, incluso a los que les da igual. Es un recordatorio para los que leen estas líneas, escritas por alguien que se vio en la necesidad de expresarse al respecto.
La libertad de expresión acarrea una responsabilidad muy grande. Debemos ser capaces de escuchar, respetar, tolerar. Y digo "debemos" si es que el objetivo que compartimos es preservar el orden y la paz. Se dice fácil, pero no lo es.
Los venezolanos nos jactamos de tener un buen sentido del humor. El discurso de que los de aquí "le sacan un chiste a todo, le ven el lado positivo a las cosas y ponen buena cara al mal tiempo". Ese discurso no es del todo cierto.
El venezolano sufre el síndrome de Sheldon Cooper: no entiende el sarcasmo. Se lo toma en serio, tan en serio que puede iniciar una pelea por ello. Se ofende, se indigna ¿Dónde está el buen sentido del humor ahora?
La verdad, el sarcasmo me causa risa cuando no tiene nada que ver conmigo, con mis problemas -o en este caso- con mi país. ¡Qué fácil! Asi cualquiera ¿no? Me rio de los chistes en Saturday Night Live o de Chelsea Handler, que llegan a ser ofensivos en muchos casos, pero que como no tienen que ver conmigo no tienen importancia.
Hace unos días leí la noticia de una niña de 12 años que jugaba en uno de los equipos infantiles del Caracas Fútbol Club. Luisa se destacó tanto en esa disciplina que llegó a figurar en el equipo juvenil, rodeada de adolescentes mayores que ella. Cuando estaba jugando en el patio de su casa recibió un tiro de escopeta en el pecho. Murió más tarde en un centro asistencial.
No hay nada gracioso en esa noticia y cualquier comentario que se quiera escabullir en esa dirección no llegará a doblar la primera esquina. Cuando Famasloop decidió interpretar junto a Onechot: The choro dance, no creo que hayan querido mofarse del asesinato de Luisa o de cualquiera de los venezolanos que pasan a formar parte de las estadísticas rojas.
Ellos mismos han dicho que fue la forma que encontraron para denunciar una realidad. A su modo, desde su trabajo, su arte. Es más: no creo que a estas alturas les interese mucho seguir explicándose. Al buen entendedor...
La canción me parece divertida, desde hace meses cuando la escuché por primera vez, se baila perfecto mientras dramatizas y dibujas con tus manos un revólver, pero debo aceptar que el video me desencajó un poco. Está claro que es una representación visual de la letra que ya conocía, que llevo semanas cantando, pero no sé: los disparos, los rostros golpeados me dieron en la cara.
Quizás sea una exageración producto del cansancio o de un día largo, pero el caso es que el arte -al igual que el miedo- es libre. Y para ver a otro dirigente diciendo que a los venezolanos los están matando, me quedo con el baile del choro.
Claro que hay que decirlo, claro que hay que denunciarlo, pero cada quien como quiera y pueda. La invitación no es a reirse, es a pensar qué estoy haciendo yo y qué puedo hacer para que la situación cambie. Cómo me estoy cuidando a mí y a los míos.
La molestia colectiva no es con Famasloop, es con quienes no han sabido atacar un problema grave que nos amenaza a todos. Pero definitivamente la lucha es desde todas las vías, incluida esta. Antes de que digas otra cosa dime cuál es la tuya.
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