lunes, 7 de diciembre de 2015

Que no se me olvide este día: 7/12/2015

Hay tantas cosas rodando por nuestra mente durante un proceso electoral. Yo siempre me he preguntado si en el resto del mundo vivirán las elecciones como los venezolanos, asumo que siempre hay mucha expectativa, pero es que en este país desde hace un tiempo entramos como en un trance cuando llega la fecha de elegir cualquier cargo.

Nos encanta hacer predicciones, que reformulamos una y otra vez mientras pasan las horas, las cadenas de whatsapp y los enlaces con el CNE, antes de que den los resultados. La bipolaridad se vuelve un comportamiento relativamente aceptado porque todos, en mayor o menor medida, nos vemos afectados por el mismo fenómeno. Somos pesimistas y empezamos a vociferar que nos van a robar los votos, que la trampa se está gestando en las máquinas y la transmisión de data, que la gente es apática y se fue para la playa. Luego somos optimistas porque, a pesar de haber perdido en casi todas las elecciones que buscaban un cambio a la realidad impuesta por el oficialismo, decidimos seguir creyendo que sí se puede y que cada votación es una nueva oportunidad.

Ayer por primera vez en 16 años -9 desde que puedo votar- gané. Ganamos muchos, pero especialmente y sonará trillado, ganó Venezuela. Me siento tan esperanzada que la alegría no me cabe en el cuerpo. Es una emoción que va mucho más allá de verle la cara como un tablón a Diosdado Cabello, de Nicolás Maduro aceptando la victoria del otro bando o todos los memes que me hicieron reír. Se trata de saber que sumaste, que cada uno de nosotros también lo hizo, que nos unimos y triunfamos, que nada es para siempre y eso es bueno.

Logramos Mayoría Calificada en la Asamblea Nacional y queda un largo camino por recorrer, sumar mucha inteligencia, respeto y trabajo para lograr los cambios que tanto hemos soñado. Me siento apenada porque muchas veces he perdido la fe en mi país y he insultado el nombre de Venezuela, cuando los únicos culpables son unos pocos y no esta tierra. Hoy agradezco a cada venezolano que votó, me siento orgullosa de haber nacido en estas latitudes y feliz de decir que te quiero. Porque sí: hay días en los que nos sentimos agotados e impotentes, pero es solo una distracción justo antes de seguir trabajando y soñando que sí lo vamos a lograr. Hoy me desperté y lo habíamos logrado. Gracias.

martes, 13 de octubre de 2015

Si te tomas el tiempo de caer

Todos los días narramos una historia, queriendo o no, somos cuentacuentos. La rutina, la vida y nuestra naturaleza social nos lleva a comunicarnos con otros. Pero esa necesidad no se limita a preguntas de sobrevivencia, a mera cortesía o asuntos utilitarios. Sentimos una necesidad de describir, compartir y contar lo que vemos, lo que nos pasa y lo que creemos, que haya un intercambio. Algunos con más gracia que otros, pero todos con ese deseo de expresar algo y ser escuchados.

Hoy estuve pensando en la maestría de algunos para echar un cuento: la entonación, que incluye el volumen que se usa en determinados momentos de la historia; las pausas, para crear expectativa o aumentar el misterio; los detalles descriptivos, físicos y psicológicos. Y me maravilló encontrarme con personas que a pesar de no tener un oficio relacionado con las historias, podrían ser maestros de todos los que queremos dedicarnos a escribir y a relatar.

Caminando por cualquier calle de Caracas escucho al relator con potencial para el stand up comedy, con material para un monólogo o más. Con chistes y ocurrencias, cadencia y detalles. Me enamoro de ellos, de la pronunciación y los gestos, un teatro gratuito lleno de inspiración si te detienes por el tiempo necesario. Si te entregas y te atreves a sonreírle al momento. Es ese señor en la entrada de la panadería que imita a un amigo y se pregunta "¿cómo me va a decir eso?", y suelta una un gesto de picardía, esperando las carcajadas de su público (oyentes) simulando inocencia.

O la adolescente con camisa azul que se levanta de la silla, y hace una mímica para dejar su punto claro: brazos al aire, ceja arriba y mirada fulminante. El diálogo empieza, vienen las preguntas: -"¿en serio?", - "sí, en serio". Y más expresiones, más líneas, más personaje y acción. Empieza un intercambio, el del oyente que no para de hacerse preguntas, que necesita más detalles, más drama o más pistas.

Leer, observar, cuestionar, suponer, especular, repetir y nunca dejar de hacerlo. Algunas veces contar no es suficiente, hay que escribirlo.

miércoles, 11 de febrero de 2015

14 Días, 14 películas

El lunes empecé un experimento en mi Instagram en el que por 14 días estaré publicando fotografías personales junto a frases de películas, nominadas o no al Oscar, que me han marcado la vida. Quizá alguna también haya marcado las suyas.

Es una especie de cuenta regresiva antes de la celebración de los premios de la Academia el próximo 22 de febrero. Les adelanto que la última foto (día de la premiación) vendrá acompañada con un quote de mi favorita este año para quedarse con el Oscar a Mejor Película del año.

Los espero ¡Acción!

@Sofia_Alv

domingo, 4 de enero de 2015

Quiero más tiempo para escapar

Quisiera ser una de esas personas que puede leer en el metro, abarrotado de gente, a hora pico, con música y personas hablando (gritando) a su alredeor. Cuando estoy leyendo un libro debo estar concentrada, en silencio, el mundo se apaga, quedamos la novela (generalmente) y yo. Una vez que estoy metida ya es más difícil que algo pueda interrumpirme, a mi alrededor pueden estar pasando un montón de cosas, pero estoy viviendo otra realidad.

Quisiera poder ser de esos que pueden leer dos minutos, hacer algo y luego leer unos minutos más. Yo me pico. Sí. Siempre digo "me voy a sentar a leer" y es casi un ritual, me preparo para eso, tomo todo lo que me pueda hacer falta, una galleta, un vaso de agua, para que no sea necesario parar a buscar algo. La idea es que nada interrumpa ese momento. Con el trabajo y la rutina se ha vuelto cada vez más complicado tomar ese tiempo para cumplir mi ritual, para dedicarme a disfrutar por completo una nueva historia. Sin embargo, creo que estoy mejorando porque cada vez más me propongo leer aunque sea unos minutos, el tiempo que pueda cada día.

Mi receso de diciembre, que no fue más que dos semanas de trabajo desde casa donde digamos que bajamos un poco la marcha por Navidad, sin descuidar nuestras obligaciones, fue la oportunidad perfecta. En el aeropuerto de Maiquetía, durante la espera de nuestro vuelo a Barcelona me di cuenta que no llevaba ningún libro para leer. Fuimos a una de las pequeñas librerías con la esperanza de encontrar algo más que Cincuenta Sombras de Grey y Paulo Coelho. Cuando voy a comprar literatura generalmente es un libro o un autor que conozco, que me han recomendado o del que he escuchado algo. Miré los estantes y la vidriera, nada me saltaba diciendo "léeme" y por primera vez hice algo diferente a lo acostumbrado.

Miré una portada, me gustó el título y lo compré. La verdad entré 30 segundos a Lecturalia como por no dejar y lo compré. El elegido fue Un ángel impuro de Henning Mankell. Les confieso que nunca había escuchado su nombre, mucho menos leído algo sobre su trabajo. Pero aquel título y la sinopsis típica de contraportada me dieron una energía que no sé cómo explicarles. Creo que todo depende también del momento: estaba a punto de volver a casa, visitar a mi familia, vivir una nueva Navidad, escapar unos días de la dura Caracas y la rutina. Dije "esto es lo que quiero": una historia nueva, un autor nuevo y nada parecido a mi último libro (Los años de Peregrinación del Chico sin color, de Murakami).

En dos semanas terminé esta historia de una mujer que se ve forzada a abandonar su hogar, más tarde todo lo que conoce, para llegar a otro país, otro continente, con un idioma que desconocía y prácticamente otro mundo. Uno lleno de supersticiones, maltratos, desigualdades, pobreza, injusticias y espíritus. No quiero hacer un análisis de la novela, solo se las recomiendo si la ven por allí, es reciente, publicada en el 2011.

El propósito de año nuevo en el que me concentro por ahora es aprender a hacer microlecturas, leer cada vez que pueda aunque eso signifique unos pocos minutos al día. Pero leer siempre. Quiero un nuevo ritual, uno que no implique tanta ceremonia sino minutos de escape sin programación previa. Quiero más. Quiero más tiempo para escapar.