El sábado fui a una función de El Banquito, uno de esos stand-up comedy tan de moda en Venezuela, que cuenta con un elenco ya conocido en la movida humorística de la nueva generación.
El reparto del espectáculo va rotando cada semana, y esta vez fue el turno de Rey Vecchionacce, Nadia María, Víctor Medina y Elías Muñoz.
Debo decir que fue un show simpático, me sacó muchas risas y pude disfrutar de un rato de distendimiento durante el fin de semana. No conocía los espacios de Teatrex en Paseo El Hatillo y me sorprendió gratamente el estado y comodidad de su sala.
Los chistes se pasearon por los típicos problemas de hombres y mujeres: las relaciones de pareja, de familia, la apariencia física, la independencia/dependencia y otros temas cotidianos.
Por supuesto hubo espacio para el costo de la vida, una mirada superficial al tema país y la política.
Me llamó mucho la atención -y he aquí el motivo de este post- que sólo en dos o tres ocasiones la gente gritó y aplaudió, además de reírse, y fue cuando uno de los comediantes mencionó a Winston Vallenilla.
El joven humorista hizo una comparación del candidato oficialista a la Alcaldía de Baruta con la imagen de un producto de limpieza.
Luego sería un estribillo de despedida en el que se ofrecía graciosamente a "matar" al conductor de televisión convertido en político.
No quisiera pecar de severa, sobretodo en el marco de un espacio de humor, en el que se supone que todo es en broma y con intención de divertir, pero no puedo evitar preocuparme por la gravedad de la polarización que ya conocemos.
Es bastante escaso y triste reírse de un chiste tan desgastado en un ciudad tan violenta como Caracas. No culpo al que presentó sus frases, ni siquiera al público que estuvo apunto de soltar consignas políticas. Me indigna en lo que se ha convertido esta sociedad por responsabilidad de unos pocos que se encargaron de dividir y enguerrillar.
Me gustaría que llegara el día en que nos nos cause tanta risa el jueguito macabro de destruir a este país.
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