Tiendo a asegurar que las versiones norteamericanas de películas que originalmente son hechas en otro lugar del mundo, muy diferente a la visión comercial del cine hollywoodense solo sirven para dañar la esencia de las historias, de sus personajes y finalmente, la intención de su autor. Las veo en su mayoría como un intento burdo de vender, llenar salas a costillas de una obra que probablemente no fue planificada, escrita y ejecutada para tal fin; y en el caso de que así fuera, sigue siendo la creatividad de otra persona la que te sirve para meterte unos dólares en los bolsillos.
La chica del Dragón Tatuado adaptación de la novela de Stieg Larsson (Millenium I) o como la conocimos por la versión cinematográfica sueca: Los hombres que no amaban a las mujeres, es uno de estos casos en los que apocalipticamente no podía sino pensar que vendría una catástrofe millonaria, aunque el desastre viniera de la mano del brillante director David Fincher.
Recuerdo que me llamó mucho la atención ver aquel póster en las instalaciones de Cines Unidos cuando apareció la lejana producción de Niels Arden Oplev estrenada en el país escandinavo por allá en el 2009. Duró muy poco tiempo en la pantalla grande de nuestro país, así que acudí a los amigos de parche en el ojo.
Lisbeth Salander
Esta trilogía no es bonita, es decir, no es una historia feliz, es intrincada, llena de violencia, misoginia, humillación y decadencia. No me parece que tenga una trama particularmente original dentro de la gama que se encuentra en el cajón de thriller. Indudablemente el éxito de este cuento son sus personajes, especialmente el de Lisbeth Salander. Es astuta, misteriosa y hacker, para compensar sus pocas habilidades sociales y su apariencia dark. Para hablar de la protagonista de Millenium tendría que hacer un post entero y por ahora solo queremos un humilde vistazo desde acá de la cinta de habla inglesa.
Para seguir en esta línea ofrezco una breve comparación entre esta anti-heroína representada por Noomi Rapace (Suecia) y Rooney Mara (EE UU). Entré a la función predispuesta a que la actriz de Red social no llenaría los zapatos de Rapace y debo aceptar que aunque finalmente me quedo con la actuación de la sueca, Mara hizo un buen trabajo. La barra estaba alta y ella con todo a su alcance se metió en este desastre de vida que es la señorita Salander. Retraída, directa, con rabia, afectada, reprimida, fuerte, decidida y de algún modo, frágil. Me gustó su estética, el look está mucho más elaborado, cosa que juega a su favor.
El personaje de Mikael Blomkvist no fue una figura llamativa para mí en un principio, ahora me doy cuenta que probablemente haya sido por la aburrida interpretación del actor sueco Michael Nyqvist, y aunque Daniel Craig no es mi protagonista favorito fuera de las cintas de James Bond, este trabajo suyo provocó mi reconciliación con el periodista, personaje en el que se reflejaba el propio Larsson al escribir la novela.
Fincher y sus monstruosidades
Utilizo mucho la frase "lo volvió a hacer" y es porque la mayoría de las veces que lo hago es para hablar de un resultado satisfactorio y este es el caso: David lo hizo de nuevo. El movimiento, las transiciones, la velocidad, el montaje, las secuencias... Es emocionante estar ahí, como en Sev7n o The social network, hay algo relevante que contar (en este caso la violencia hacia las mujeres en Suecia o en cualquier parte del mundo) y además la forma en que te lo narra se convierte en el vehículo perfecto para comunicar, llamando tu atención sin desvincularte de lo importante, ni distraerte con adornos.
¿Con cuál de las versiones me quedo? Voto por una fusión: la Salander europea, la música de Trent Reznor, la vibra del reparto sueco hablando su idioma y la dirección del americano. Me siento satisfecha con esta adaptación, agregó nuevos elementos ausentes en su predecesora, material de calidad y no mera intención de lograr taquilla.
Gracias, Fincher... Gracias, Larsson.
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