miércoles, 4 de agosto de 2010

No quiero escribir de amor


Desde hace dos semanas estoy tratando de escribir una pauta que me asignaron en el taller de escritura que estoy haciendo. ¡Dos semanas! La asignación es realizar un cuento –de una cuartilla de extensión, máximo dos- que narre una historia de amor. No voy a decir que con las tareas anteriores todo fue soplar y hacer botellas. Es una fantasía –para mí- decir que me senté y las historias se escribieron prácticamente solas, eso sería una gran mentira.

Antes de escribir un cuento me imagino una escena, cómo se verían los personajes y todo ese tipo de cosas, pero me imagino todo en pantalla gigante como si fuese una película, luego –más importante todavía- me pregunto si yo vería esa película o si me sentiría bien luego de haber gastado 40 bolívares al salir de la sala del cine. Resulta que cual directora –digo yo- la historia y las escenas se van gestando poco a poco en mi mente, escribo notas para no olvidar las ideas, aunque la mayoría de las veces las deseche casi todas, hasta que finalmente no aguanto más y me siento a escribir. Hay días en los que tengo más suerte, me viene la musa o simplemente yo en mi ingenuidad creo que tengo una buena idea y estoy tan convencida de ello que me desespero por conseguir una superficie plana donde empezar a escribir y contar todo. No sé en cuál de los dos casos me va mejor, pero la segunda opción implica menos estrés, cosa que no me viene mal.

Lo cierto es que en este caso específico, en esta pauta de “amor” no me ha pasado ni lo primero ni mucho menos lo segundo. No he podido de forma alguna idear algo que me guste o que me incite a teclear. He leído poesía, he visto películas del género, he recordado viejos amores, episodios idílicos, hasta mis frases favoritas pero todo ha sido inútil.

No sé. Ya me estoy preocupando, peor aún: estoy estresada, y debería ser diferente ¿no? Cuando nos dieron las instrucciones para hacer la tarea todo se veía color rosa, hasta sonreí pensando en lo bueno que sería y entonces… ¡Sorpresa! ¿Será que el amor y yo estamos peleados en lo que a noviazgos y parejas se refiere? ¿Que por eso no soy lo suficientemente hipócrita como para fingir que puedo hablar del tema y peor aún idear una historia con final feliz? Está bien, ustedes dirán “bueno pero haz catarsis ahí y le pones el final que te de la gana”. A lo que les contesto: eso también lo he pensado pero tampoco me sirve. Es como si el tema me asfixiara y tuviera que buscar la molesta bombita de oxígeno para poder escribir algo medianamente decente al respecto. ¡Ojo! No soy una de esas mujeres que va por la vida diciendo “no me quiero enamorar, no creo en el amor, he sufrido mucho” y todo ese tipo de tonterías. Claro que quiero y lo he hecho, por supuesto que creo y he sufrido –como todos- es sólo que no sé qué pasa y a medida que voy escribiendo esto siento que me alejo más de la respuesta. Esto es una tragicomedia ya: quiero llorar, pero me da risa llorar por esto, me da rabia y todavía debo la bendita tarea.

Necesito darle ya un final a este post. Obviamente no voy a escribir el cuento ahorita, pero tampoco quiero acostarme a dormir sintiendo que aparte de no tener la historia dejé algo incompleto. Creo que lo único que me dejó este intento de terapia es la certeza de que escribir una historia de amor no es sencillo, ni en el papel ni en la vida. Que el amor siempre te da y te quita, que es tan incoherente que sientes que puedes escribir cientos de cosas sobre él y en realidad no escribir ni saber nada. Ese es mi final. Ni original, ni relevante. Insípido y mediocre como un mal guión, como una decisión tomada al azar o como una vida sin amor.

1 comentario: