Desde diciembre del año pasado estoy estudiando fotografía. No como una carrera universitaria, sino mas bien como talleres de introducción para aquellos que como yo solo tuvimos un paso breve por ese mundo a través de las clases superficiales que vimos en la universidad sobre Imagen. Hace dos semanas culminé el curso de Digital 2, la asignación final fue realizar una serie fotográfica que representara mi cotidianidad.
Para algunos la tarea podría parecer fácil, pero pronto me di cuenta que no es así. Lo que es cotidiano para mí siempre va a estar relacionado con los demás, con mi entorno y en este momento, más. En épocas de crisis queremos tratar de comprender qué o quién/quiénes nos trajeron aquí, cómo es que llegamos a este punto ¿Cómo quedamos como sociedad ante este escenario?
Cuando salgo a la calle trato de entender por qué la gente no respeta el orden, no respeta los códigos de ética y de cortesía, las leyes o a los demás. Miro, cada vez con más horror y decepción, que nos hemos convertido en seres violentos y abusadores. Esa es mi cotidianidad.
Una vez que pensé en esos elementos llegó la siguiente angustia: hace menos de un mes me robaron el celular llegando a mi trabajo, entonces, cómo voy a sacar mi cámara en medio de la calle o el Metro para tomar las fotos. La tarea definitivamente, no sería fácil.
Intenté simplificar el concepto: bueno, voy a tomar fotos que representen un poco de la cotidianidad de las personas que me rodean. Sigue siendo cotidiano para mí hasta cierto punto, pero pueden ser tomadas de forma más abierta, que no me lleven a fotografiar el comportamiento delincuente de algunos ciudadanos.
Tomé lo que pude. En los momentos en los que mi novio pudo acompañarme, porque claramente no me atreví a hacerlas sin alguien que pudiera ayudarme o estar conmigo en caso de que el hampa volviera a sorprenderme. Finalmente no pasó nada que lamentar. Al contrario, pude capturar la imagen de un señor que veo todos los días por mi oficina y al que le sonrío en las mañanas. Un indigente con traje que casi se mezcla con el lienzo urbano, parte del paisaje que para muchos podría pasar desapercibido.
Desde que leí el ensayo Sociología de la vida cotidiana por Samuel Velarde, me decidí a fotografiarlo. Con la ayuda de un compañero de trabajo hablamos con el señor y accedió a mirar hacia el lente, a cambio de dinero para comprar comida. Para él un día exitoso es cuando logra comer y, quizá, cuando no llega una aprendiz de fotografía a querer hacerle un retrato. Esa es su cotidianidad.
Este ejercicio me permitió percibir de alguna manera el sentir de otros, justo cuando Venezuela tiene más de cincuenta días en protesta. Somos muchos. Creo que no somos solo los abusadores en el Metro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario