sábado, 13 de noviembre de 2010

Testigos mudos (Cuento 6/ Descripción)


Entre libro y libro, los pequeños espacios miraban hacia afuera cautelosos. El techo alto vigilaba cada centímetro del suelo. Nada se movía y todo parecía estar en su lugar: el escritorio y su silla custodiándolo, ambos serios y oscuros. No había polvo ni desorden, las lámparas estaban apagadas y una luz tenue se escurría por el cristal de la ventana.

Todo alrededor era rugoso y de distintas tonalidades, las paredes no eran de cemento sino murallas de lomos claros y opacos como vainilla y almendras, de colores tierra, canela y chocolate, en los que se leía García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Bello.

En una repisa una mariposa inmóvil tenía sus alas color turquesa abiertas y algo de polen a su lado. Habían hojas caídas que se entrometían ensuciando el piso que se alumbraba con la claridad de la tarde.

Los rayos del sol eran líneas claras y brillantes, naranjas y amarillas, que iniciaban afuera sobre el jardín y culminaban dentro, bajo el escritorio. Había agua derramada desordenadamente, un charco en forma de caracol estaba rodeado por pequeños círculos deformes y gotas dispersas. La mancha de líquido más lejana estaba cerca de un mueble y debajo de él un vaso descansaba recostado de la pared.

Un frasco de pastillas con huellas de dedos ensangrentados se escondía en un rincón. El pequeño envase vacío tenía una etiqueta decolorada en la que se leía “de estricta prescripción facultativa, una toma diaria”.

3 comentarios:

  1. Excelente texto Sofia, como todos los que ya he leido. Felicitaciones!!!!!
    Me declaro tu fan!
    Besos
    La Tok

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  2. Waaooo!!! No todos los días alguien te dice que es tu fan... Muchas Gracias, Toka!!
    Un abrazo!
    S

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