martes, 13 de octubre de 2015

Si te tomas el tiempo de caer

Todos los días narramos una historia, queriendo o no, somos cuentacuentos. La rutina, la vida y nuestra naturaleza social nos lleva a comunicarnos con otros. Pero esa necesidad no se limita a preguntas de sobrevivencia, a mera cortesía o asuntos utilitarios. Sentimos una necesidad de describir, compartir y contar lo que vemos, lo que nos pasa y lo que creemos, que haya un intercambio. Algunos con más gracia que otros, pero todos con ese deseo de expresar algo y ser escuchados.

Hoy estuve pensando en la maestría de algunos para echar un cuento: la entonación, que incluye el volumen que se usa en determinados momentos de la historia; las pausas, para crear expectativa o aumentar el misterio; los detalles descriptivos, físicos y psicológicos. Y me maravilló encontrarme con personas que a pesar de no tener un oficio relacionado con las historias, podrían ser maestros de todos los que queremos dedicarnos a escribir y a relatar.

Caminando por cualquier calle de Caracas escucho al relator con potencial para el stand up comedy, con material para un monólogo o más. Con chistes y ocurrencias, cadencia y detalles. Me enamoro de ellos, de la pronunciación y los gestos, un teatro gratuito lleno de inspiración si te detienes por el tiempo necesario. Si te entregas y te atreves a sonreírle al momento. Es ese señor en la entrada de la panadería que imita a un amigo y se pregunta "¿cómo me va a decir eso?", y suelta una un gesto de picardía, esperando las carcajadas de su público (oyentes) simulando inocencia.

O la adolescente con camisa azul que se levanta de la silla, y hace una mímica para dejar su punto claro: brazos al aire, ceja arriba y mirada fulminante. El diálogo empieza, vienen las preguntas: -"¿en serio?", - "sí, en serio". Y más expresiones, más líneas, más personaje y acción. Empieza un intercambio, el del oyente que no para de hacerse preguntas, que necesita más detalles, más drama o más pistas.

Leer, observar, cuestionar, suponer, especular, repetir y nunca dejar de hacerlo. Algunas veces contar no es suficiente, hay que escribirlo.

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