No sé de qué depende o qué los ocasiona, pero algunas veces me pasa. Estoy sentada leyendo, o navegando en internet, o hasta trabajando en algo, cuando mi mente viaja atrás en el tiempo, viene el flashback. Pero no hablo de cualquier recuerdo de la infancia o adolescencia, de la muerte de un ser querido o de la risa repentina provocada por una vieja travesura. Hablo de un hecho en el que no puedes creer haber estado envuelto, porque has cambiado, porque ya no eres ese de antes y te sorprende que alguna vez lo fuiste.
En algunos casos es más fuerte que en otros. En las noches me he sorprendido al verme como una completa desconocida. Al no entender cómo pude haber tomado determinada decisión o haberme juntado con esa persona. Aguantar tantos atropellos. No haber hablado y callar algo que ahora me parece tan obvio y natural haber refutado.
Cada vez entiendo más eso que alguna vez escuché: "nunca llegas a conocerte por completo". Me sorprendo de mí misma. Me río de mí, me reclamo, me juzgo, me felicito o me reprocho. Hoy pienso que somos extraños muy complicados, la mayoría del tiempo tratando de ser relajados. Miramos al otro exigiendo una "normalidad", una coherencia imposible, cuando en realidad somos seres cambiantes, aprendiendo y creciendo sin parar.
Nos ponen a prueba todos los días. Miro series de televisión o películas que hablan de cómo el hombre en las situaciones más difíciles lucha siempre por sobrevivir, aunque eso signifique pasar por encima de los valores y la moral. Y aunque he visto escenas absurdas, grotescas y brutales, puedo entender que alguien reaccione así cuando es llevado al límite.
No defiendo la violencia o la anarquía. Solo creo que ninguno de nosotros sabe realmente quién es, ni de lo que es capaz. Creo que la vida también se trata de exigirte a ti mismo, de presionarte y ponerte a prueba para sacar lo mejor (o lo peor). Deberíamos pensar en eso cada vez que pretendamos juzgar a alguien. No esperemos la perfección de nadie. Al final deberíamos criticarnos y exigirnos a nosotros siempre. Quizás lo mejor que podemos hacer es rezar porque nuestra imperfección sea un buen ejemplo y ayude a otros a encontrarse.
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