Ya hemos escuchado antes alguna vez que la felicidad de las personas que queremos nos termina haciendo felices a nosotros mismos. No solo lo hemos escuchado, creo que todos en algún punto lo hemos sentido, hasta por los triunfos de desconocidos, esos que nos llenan de esperanza.
Es aquí donde me voy al pasado domingo para contar algo que me sucedió. Ya había adelantado en el post anterior que este partido al que asistí hace cuatro días era súper importante, lo llaman "el clásico de la capital" que enfrenta a Caracas FC y a Deportivo Petare.
Antecedentes
El primer juego de fútbol al que fui rivalizaba al Caracas y Estrella Roja, recuerdo que nunca había estado al lado de una barra que cantara sin parar para alentar a su equipo. Hasta ese momento la única referencia personal que tenía de un deporte profesional era el beisbol, y sabemos que en ese caso el ambiente en el estadio es diferente.
Me enamoré inmediatamente. El estadio no estaba ni cerca de estar lleno y el nivel de juego era bastante desigual, pero ahí estaba yo sintiendo esa vibra del fútbol, por primera vez de un equipo de mi país, no de una selección extranjera en un mundial.
A partir de ahí estuvo bastante claro para mí: "soy del Caracas", "ese es mi equipo", "yo le voy a los Rojos". Sin embargo, desde hace unos meses he sentido que los engaño, me alegro por sus victorias, pero no es igual que antes. No había ido a ninguno de sus partidos esta temporada pero sí a ver a otro equipo.
Ese día
Entonces el domingo, todo llegó a donde tenía que llegar. Ahí estaban los dos causantes de aquello que me aquejaba desde hacía meses. Como ya el cuento se está haciendo largo me voy al punto. Hay momentos en los que se supone que las cosas son sencillas: si eres de un equipo te alegrarás con sus victorias y te entristecerás con sus derrotas. Resulta que no es así de blanco y negro. Si la derrota de ese equipo -tu equipo- implica la victoria de alguien que quieres, tu alegría será mayor.
Ahí estaba yo: celebrando los goles del otro, del que no es "el mío". Incluso cuando "mi equipo" anotó su único tanto yo ni me inmuté, y por primera vez sentí que con su buen juego las cosas estaban saliendo mal. Nada de eso me hizo sentir culpable, ni siquiera cuando el árbitro dio el pitazo final que sellaba el 1-4. Ahí mucho menos, porque no recuerdo haberme sentido más feliz después de un partido de fútbol.
Porque ahí entre los ganadores estabas tú, disfrutando el resultado del esfuerzo, del trabajo y la disciplina. Entendí que no soy de ningún equipo, sino que estoy contigo y eso me hace sentir la más ganadora del mundo.
jueves, 24 de noviembre de 2011
domingo, 20 de noviembre de 2011
Breve reporte de un sáb... que se hizo dom...
He estado trabajando. Sí: no es excusa para dejar de escribir por tanto tiempo (creo yo). Decidí compartir por acá las últimas cosas chéveres que he visto por allí. Vamos en orden de aparición:
1) Moneyball
Amé esta película: beisbol, Aaron Sorkin y Brad Pitt ¿Cómo decirle que no? No necesitó de mucha música de fondo para cautivarme, pero sí bastó con la versión que la pequeña Kerris Dorsey hizo de "The show", de la cantante Lenka. ¡Mágica!
Brad Pitt tiene pinta de nueva nominación al Oscar y la película entera podría estar compitiendo también en unas cuantas categorías como mejor guión, edición y montaje, dirección. Sí, sí, me encantó.
2) Maldita Nerea
Los escuché porque en una misma semana dos personas completamente diferentes y que ni siquiera se conocen recomendaron sendas canciones("Piedra, papel o tijera" y "Verso acabado. Punto"). Me llamó la atención y cuando se trata de música no hay que pensarlo dos veces.
Cuando en breves períodos de tiempo varias personas hablan de algo que no conozco y que la mayoría de las veces tiene que ver con arte: es hora de chequear. Puedo decirles que es mi nuevo grupo/cantante favorito (todavía desconozco esto).
3) Crazy, Stupid, Love
Llegué con meses de retraso a ella, no pude ir a la sala de cine pero Cuevana me facilitó las cosas (lo que no hizo mi internet, que tardó más de 4 horas en cargar), pero valió la pena. Más allá de los lugares comunes de una comedia romántica: tiene un buen reparto, es entretenida, aunque como me dijo una amigo hace minutos por twitter, empieza floja.
Al final fue otra grata sorpresa dentro del séptimo arte que he visto estos días.
Bonito sábado leyendo al Gabo que ya se convirtió en domingo.
Por cierto, hoy es domingo de fútbol. Espero poder comentar un poco sobre eso luego porque particularmente hoy siento que yo misma entraré al campo a jugar...
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