Hay tantas cosas rodando por nuestra mente durante un proceso electoral. Yo siempre me he preguntado si en el resto del mundo vivirán las elecciones como los venezolanos, asumo que siempre hay mucha expectativa, pero es que en este país desde hace un tiempo entramos como en un trance cuando llega la fecha de elegir cualquier cargo.
Nos encanta hacer predicciones, que reformulamos una y otra vez mientras pasan las horas, las cadenas de whatsapp y los enlaces con el CNE, antes de que den los resultados. La bipolaridad se vuelve un comportamiento relativamente aceptado porque todos, en mayor o menor medida, nos vemos afectados por el mismo fenómeno. Somos pesimistas y empezamos a vociferar que nos van a robar los votos, que la trampa se está gestando en las máquinas y la transmisión de data, que la gente es apática y se fue para la playa. Luego somos optimistas porque, a pesar de haber perdido en casi todas las elecciones que buscaban un cambio a la realidad impuesta por el oficialismo, decidimos seguir creyendo que sí se puede y que cada votación es una nueva oportunidad.
Ayer por primera vez en 16 años -9 desde que puedo votar- gané. Ganamos muchos, pero especialmente y sonará trillado, ganó Venezuela. Me siento tan esperanzada que la alegría no me cabe en el cuerpo. Es una emoción que va mucho más allá de verle la cara como un tablón a Diosdado Cabello, de Nicolás Maduro aceptando la victoria del otro bando o todos los memes que me hicieron reír. Se trata de saber que sumaste, que cada uno de nosotros también lo hizo, que nos unimos y triunfamos, que nada es para siempre y eso es bueno.
Logramos Mayoría Calificada en la Asamblea Nacional y queda un largo camino por recorrer, sumar mucha inteligencia, respeto y trabajo para lograr los cambios que tanto hemos soñado. Me siento apenada porque muchas veces he perdido la fe en mi país y he insultado el nombre de Venezuela, cuando los únicos culpables son unos pocos y no esta tierra. Hoy agradezco a cada venezolano que votó, me siento orgullosa de haber nacido en estas latitudes y feliz de decir que te quiero. Porque sí: hay días en los que nos sentimos agotados e impotentes, pero es solo una distracción justo antes de seguir trabajando y soñando que sí lo vamos a lograr. Hoy me desperté y lo habíamos logrado. Gracias.