sábado, 13 de noviembre de 2010

Testigos mudos (Cuento 6/ Descripción)


Entre libro y libro, los pequeños espacios miraban hacia afuera cautelosos. El techo alto vigilaba cada centímetro del suelo. Nada se movía y todo parecía estar en su lugar: el escritorio y su silla custodiándolo, ambos serios y oscuros. No había polvo ni desorden, las lámparas estaban apagadas y una luz tenue se escurría por el cristal de la ventana.

Todo alrededor era rugoso y de distintas tonalidades, las paredes no eran de cemento sino murallas de lomos claros y opacos como vainilla y almendras, de colores tierra, canela y chocolate, en los que se leía García Márquez, Vargas Llosa, Cortázar, Bello.

En una repisa una mariposa inmóvil tenía sus alas color turquesa abiertas y algo de polen a su lado. Habían hojas caídas que se entrometían ensuciando el piso que se alumbraba con la claridad de la tarde.

Los rayos del sol eran líneas claras y brillantes, naranjas y amarillas, que iniciaban afuera sobre el jardín y culminaban dentro, bajo el escritorio. Había agua derramada desordenadamente, un charco en forma de caracol estaba rodeado por pequeños círculos deformes y gotas dispersas. La mancha de líquido más lejana estaba cerca de un mueble y debajo de él un vaso descansaba recostado de la pared.

Un frasco de pastillas con huellas de dedos ensangrentados se escondía en un rincón. El pequeño envase vacío tenía una etiqueta decolorada en la que se leía “de estricta prescripción facultativa, una toma diaria”.

Sospechas (Cuento 5/ Diálogos)



- Le explico otra vez: apenas entré a la casa no me gustó el silencio que había, a esa hora era extraño que no estuviera el televisor prendido, en ese momento supe que algo andaba mal.

- ¿Por qué me sigue preguntando eso? No llamé a nadie porque no sabía lo que había pasado. Era una sensación, sólo eso, un presentimiento.

- Empecé a llamar a Carlos, grité varias veces sin recibir respuesta. Caminé hasta la cocina y fue cuando vi toda la comida derramada en el suelo, la nevera entreabierta y unos platos rotos en el fregadero.

- No. ¡No pedí ayuda en ese momento, ni se me ocurrió llamar a nadie! ¿Acaso usted lo hubiese hecho, con todos esos pensamientos? ¿Temiendo lo peor? No sé ni para qué le pregunto, usted y yo somos completamente diferentes. ¡Usted no entiende nada!

- Si estuviera tratando de entender, ya lo hubiese hecho. ¡Esto no tiene ningún sentido!

- ¡Pues investigue! Pero allá afuera, en la casa, donde le de la gana, pero yo no sé más nada.

- ¡Yo no estoy entorpeciendo nada! ¡Ey, el que está al lado de la puerta! ¿Será que usted sí puede darme un vaso de agua? Gracias.

- No me estoy desviando, simplemente no hay nada más que tenga que decir. Sólo estoy repitiendo las mismas cosas una y otra vez. ¿Hasta cuándo?

- Sí, me doy cuenta de eso y no me importa, yo sé que soy inocente. ¡Allá todos ustedes, montón de ineptos!

- ¿Qué tal si en vez de amenazar, se encarga de encontrar a quien mató a Carlos?

- Tranquilo que no voy a ninguna parte, comisario. Si así lo quiere, nos vemos en el juicio.

sábado, 16 de octubre de 2010

Relato corto de una mañana con Gonzalo Himiob

Con camisa azul, saco marrón, jeans y zapatos negros entró a la casa con una caja de cartón entre los brazos. Luego de despojarse de su cargamento, caminó hacia el final del pasillo muy seguro del lugar al que se dirigía. Dijo “buenos días” y dio una rápida pero sutil mirada a los presentes. Un hombre serio -primer pensamiento- o lo que algunos llamarían “un señor” se sentó a la cabeza de la larga mesa rodeada de estudiantes.

Gonzalo Himiob Santomé pierde la noción del tiempo al escribir, en medio de ese ritual que conlleva fumar la pipa “a la hora del burro”. “Son los escritores los que pueden crear sueños… Mover la emoción guiada por la razón”, dice el escritor vespertino, sin titubear. Es abogado de profesión y también ejerce la docencia a nivel universitario –esa facilidad para dominar a la clase se manifestó cuando todos los oyentes prestaban absoluta atención a lo que el invitado decía-.

Yo no conocía su primera novela, “Ausencias deja la noche”, de la que hablamos mucho durante las casi dos horas que duró el encuentro. Publicada a principios de este año, en la obra de Himiob, según lo que comentó, “la noche deja muchas ausencias, empezando por la ausencia del saber, para luego irse materializando otras”.

Sin haberla leído todavía, hay algo que me llama a ella: hay una sensación, un presentimiento de que hay algo escrito allí que conozco y que me espera. La tengo en mis manos y leo una y otra vez una nota a bolígrafo en tinta negra que dice: “¿Parte de esta historia? ¿Inadvertida?”. No lo sé aún.


Foto: Klainer Arceu

Ahora imagino a Himiob, ese hombre que no viene del mundo de las letras pero que confía en “el poder integrador del lector”, que es bajista de a ratos y que se inspira en la magia de Caracas. Inevitablemente lo imagino como él mismo dijo: escribiendo a dos dedos, durísimo y escuchando “Tom Sawyer”, mientras fuma de su pipa y se sumerge en un mundo al que somos atraídos sin remedio.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Maruja Muci Vive tiempos modernos


Una niña sentada en la sala de su casa observa a su padre tocar el piano, emulando a puro oído los sonidos tradicionales del jazz. Desde que recuerda, toda esa música conforma la banda sonora de su vida –si esta fuese una película- hasta convertirse no sólo en un acompañante inseparable, sino también en parte de ella. Esa niña, hoy ya adulta, es Maruja Muci, una caraqueña de 47 años, cantante y compositora que cuenta hasta ahora con tres producciones discográficas, todas con un aire de jazz, aunque la artista no se descubre sólo en ese mundo.

En su casa, ubicada en el este de Caracas, se desplaza en su ambiente natural. Camina por el pasillo, delgada cual bailarina de ballet, de cabellera rubia y con una voz grave pero sutil. Se sienta en un sillón de la sala que ella misma rueda para colocarse de frente, toma una de sus guitarras acústicas y toca varios acordes mientras se pone cómoda. Con postura firme y mirada directa habla acerca del oficio que ha practicado toda su vida pero que desde hace apenas cinco años se convirtió en su carrera.

“Yo me considero una cantante primero que todo. Catalogarme únicamente como una jazzista sería ponerme una camisa muy pequeña”, advirtie la artista que por una parte importante del público es considerada intérprete de este único género. Su primer disco Dreaming in Caracas (2005) es una fusión de jazz y bossa. La segunda placa, My funny Valentine (2008), está completamente dedicada al género que inmortalizó a Ella Fitzgerald, el llamado The Great American Song Book. Su tercer y último trabajo discográfico, Tiempos Modernos, que será lanzado oficialmente en un concierto en la sala Corp Banca el próximo 14 de octubre, abre un cambio en la carrera de Muci.

“Tiempos Modernos es otra cosa: una mezcla entre world music, electrónica y ritmos venezolanos, lleno de atmósferas, sonidos y texturas”, cuenta orgullosa. Tal postura no se debe a mera alegría y pavoneo por culminar un trabajo, es también la satisfacción de tener en físico la música que tardó tres años en grabar.

“Es un disco que se hizo muy compartido. Fue muy divertido el proceso a distancia: yo estaba aquí (Caracas) donde grabé la percusión, el guitarrista estaba en España”, explica mientras comenta “yo al guitarrista no lo conozco, no le he visto la cara nunca, todo fue una colaboración a distancia que lo hizo súper interesante y claro, más largo”.

“Un montón de papeles guardados” como ella misma describe, fueron la punta de lanza para la realización de Tiempos Modernos. Pensamientos, notas, prosas y ensayos que empezó a escribir en 2006 y que, de la mano del productor Adrian Holtz, acabaron en diez temas grabados entre Nueva York, Caracas y Madrid.

Justamente la participación de Holtz y la colaboración del español Jesús de Andrés ayudaron a darle un toque más internacional al álbum, que en la opinión de Muci es a lo que deben aspirar todos los artistas venezolanos. “Lo que está sucediendo con la música aquí es alucinante y ojalá se pueda difundir muchísimo más e internacionalizarse porque creo que esa es siempre la ilusión”.

Para este momento una llamada interrumpe por unos minutos la conversación, una mano sostiene el teléfono celular, y la otra no suelta la guitarra. Repite varias veces que está en medio de una entrevista hasta que finalmente se despide de quien la ha llamado. Pide disculpas, mientras su rostro se pinta de esa expresión común en Caracas, abriendo sus ojos verdes como cuestionando algo, esa que es consecuencia de caos y ajetreos. Sin embargo, como si se presionara un botón en alguna parte de su cuerpo, al regresar al tema del disco automáticamente cambia el tono de voz, se relaja y la atmósfera se suaviza. “Soy inmensamente feliz arriba del escenario, siento que puedo aportar mucho porque he estado por años de este lado, del lado del espectador, más o menos tengo una idea de cómo deberían ser las cosas”, dice Muci mientras agrega “eso no significa que todas se den como yo quiero, pero eso sí, siempre con profesionalismo y calidad”.

De letras

Los diez temas dentro de Tiempos Modernos corresponden a un tipo de “música suave” que se atrevió a fusionar con ritmos asiáticos, flamencos y brasileños, por nombrar algunos. Su faceta de madre, los amores virtuales, la soledad y la libertad forman parte de los temas que se tocan en las canciones.

“Este disco me dio la oportunidad de explorar una cantidad de temas que uno no explora todos los días”. Y es que la realidad de estos tiempos, no sólo en Venezuela sino en el mundo entero, no es ajena a Muci, que deja en evidencia en cada una de sus canciones el entorno que la rodea y los temas que llaman su atención, como artista y también como ciudadana.

La sexta canción del disco que se titula pensamiento libre reza en su primera estrofa “Luz son mis palabras nadie me hará enmudecer/ no quiero más consignas ni órdenes aprender/ la censura es fría, se cobija en el poder/ mi voz serena es un río que nadie va a contener/ no hay cárcel ni hay enemigo que me haga enmudecer”.

Muci no la interpreta en ese momento pero sobre la carga política del tema revela “esa canción la escribí pensando en la situación de la mujer sometida a través de la historia de la humanidad, situaciones en las que no hemos tenido libertad. Verdaderamente los venezolanos estamos en un momento donde las libertades se nos van achicando y es muy difícil no relacionarla, de hecho la canción está dedicada a Orlando Zapata Tamayo –preso político cubano que murió tras una huelga de hambre- y no sólo a él, sino a Franklin Brito aquí –fallecido poco después- en Venezuela”.

Hablar de tiempos modernos es introducirse en un mundo globalizado, digital y muchas veces virtual, en el que estar más cerca y más comunicado puede significar a la vez más distancia y lejanía. Es justamente en este contexto de ruido y velocidad, en el que Muci le canta a la soledad, pero no lo hace tildándola de amarga, cruel o triste, sino de promiscua.

“Para este tema me inspiró Nueva York, acababa de morir mi padrastro y me vi en esas calles atestadas de gente, en el metro a la hora pico con alguien respirándote encima y sintiendo aquella soledad tan horrible”, confiesa al tiempo que concluye “es una promiscuidad, porque te estás tocando con todo el mundo, pero estás solo”.

Es así, que entre tweets y amores 2.0, la música de Maruja se percibe como un oasis para sentir y deleitar el oído, con ritmos que evocan momentos de ayer, de hoy y de siempre, desde los sentimientos que jamás abandonan al hombre hasta la tecnología y las barreras de estos días, esas que se interponen entre personas que están una al lado de la otra y que sin embargo, no llegan a cruzar palabra. La niña que escuchaba a su padre tocar el piano ya creció, sigue cantando y no planea detenerse.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Una historia bajo la lluvia (Cuento 4)


En una rutina ella veía cómo se le desvanecían los días: el recorrido desde la casa en metro hasta la UCV, luego abrir el kiosco, apilar los libros envueltos en el plástico desgastado por los años, desatando así el olor añejo de los objetos guardados, que impregnaban y pintaban de color marrón todo alrededor. Con la misma expresión desenfadada, Licey lo miraba haciendo su oficio, preguntándose para cuándo lo dejaría o si sencillamente se había resignado a cumplir con sus tareas lo que le quedaba de vida.

Como un recuerdo lejano de esos que no se sabe si de verdad existieron o si son sólo producto de la imaginación, Licey dibujaba en su mente, sin necesidad de cerrar los ojos, los campos repletos de caña de azúcar y sin darse cuenta se saboreaba los labios sintiendo un dulce inexplicable en ellos. Esa era la imagen que guardaba de Trujillo, el pueblo en Perú donde había nacido su padre y al que él no había vuelto desde hacía treinta años.

-Papá, vuelve a contarme de esa vez que te escapaste de la casa y te escondiste por dos días en los cañaverales –le dijo Licey.
-Hija, estamos trabajando.
-Anda papá, a esta hora todos quieren comer, no tienen cabeza para comprar libros a la una de la tarde.
-Hoy no quiero contar historias, Licey –dijo él, tajante.

Ella no insistió pero en su cabeza una sola idea daba vueltas “papá tiene que regresar a Trujillo por lo menos una última vez”. La vida en Venezuela cada vez se hacía más cuesta arriba y la dictadura de la que él mismo decía haber huido parecía perseguirlo. Él se negaba, una y otra vez. No concebía la idea de dejar a Licey sola con los libros, aunque ella siempre le repetía que no se preocupara por eso, él sonreía y le decía “tranquila hija, Perú no me necesita, y en todo caso no se va a ir, allí seguirá para cuando decida regresar”. A Licey no le satisfacía esa respuesta pero no le quedaba más que devolverle la sonrisa y voltearse en silencio.

Una tarde de lluvia, la oscuridad se posó en los pasillos desiertos de la universidad, el silencio se hizo ensordecedor en medio de las gotas cayendo sobre la grama.
-Papá no quiero que te mueras sin haber visto por última vez el lugar en el que creciste, y mucho menos por mí.
-¿Licey vas a seguir con eso?
-Sí papá, yo sé que tú quieres regresar y tienes cómo hacerlo.
-Hay muchas cosas que no sabes, hija mía –le dijo en tono paternal y cómplice- yo no quiero regresar, no tengo por qué hacerlo.
-Pero papá, si vieras cómo se te ilumina la cara cada vez que me cuentas de La Libertad, de Piura, de todo lo que dejaste allá.
-Sí, hay muchas cosas que dejé atrás, es verdad. Pero hay muchas más que me traje conmigo y que nada, ni siquiera una dictadura me pueden quitar. Tú eres una de ellas.
Licey no pudo contener las lágrimas y en la confusión de sus pensamientos y toda la verdad de su padre no pudo más que abrazarlo. Sentía que tenía que pedirle perdón pero al mismo tiempo darle las gracias. Las gotas en sus mejillas y los brazos de su padre rodeándola eran todo en medio de la lluvia y el pasillo, mientras él le decía “esta es la época más seca del año en Trujillo, déjame que te cuente una historia”.

Cámara en silencio (Cuento 3)


Ya de entrada, el desacuerdo de su esposo ante el viaje era un presagio. Romina deseaba profundamente esos quince días para hacer lo que más amaba: coleccionar momentos con su cámara fotográfica; además llevarle la contraria a su compulsivo compañero de vida era un extra bastante agradable.
El recorrido empezó a documentarse en Barquisimeto, en Lara, el conocido estado musical. Los clics y flashes se mezclaban con la artesanía, la gente y los acordes de un cuatro, cuando sucedió lo inesperado.

-Eh… Romina ¿no?
-¡Sí, hola! -contestó.
-Disculpa el abuso, sé que no nos conocemos mucho pero me dijeron que tal vez tengas una memoria extra que me puedas prestar.
-Claro, no te preocupes. Ya te la doy –dijo Romina, mientras buscaba en su bolso que tenía dentro toda clase de cosas.
-¿Para qué es todo eso, pretendes hacer un atentado o ir a una guerra? –preguntó Javier en tono de broma.
-No, vale –sonrió- dicen que mujer precavida vale por dos –mientras le entregaba el pequeño chip.
-Es verdad, así dicen. Y gracias, Romina, me acabas de salvar.

Después del pequeño encuentro Romina estaba contrariada, con esa sensación de cuando tienes todas las piezas del rompecabezas sobre la mesa, pero sientes que te falta una. Por alguna razón Javier siempre le había parecido un hombre retraído y antipático hasta ese momento. En su mente, cada vez que lo veía en las clases de fotografía, se paseaba el mismo pensamiento: “tan bonito el muchacho y tan repelente”.

Los días fueron pasando rápidamente y entre cada ciudad, pueblo y paisaje que visitaban, Romina y Javier se acercaban más. Se daban cuenta de que tenían cosas en común además del pasatiempo que los unía en ese momento: tenían esa mezcla de ser rockeros tropicales. “No concibo mi vida sin Guaco, pero U2 tiene a veces esa capacidad de devolverme el alma al cuerpo”, decía Romina mientras Javier la miraba como si algo único le hablara.

En la mente de Javier lo único que rondaba era la imagen de un beso, el roce de sus labios con los de ella era una ilusión que volvía más excitante la travesía, aunque varias veces toda aquella escena en su cabeza era interrumpida por las llamadas del esposo de Romina. Cuando su celular sonaba siempre se apartaba y no hacía más que repetir “quince días son quince días pana. No me voy a regresar todavía a Caracas” y trancaba la llamada como si con eso estuviera subiendo el telón de una obra que ella protagonizaba y que sin decir nada más, tanto ella como Javier sabían lo que sucedía.
Al anochecer Javier le mostró unas fotos y empezaron a intercambiar opiniones y comentarios. Romina encontró entre ellas –quizás por accidente, quizás no- unas fotos suyas, varias imágenes de ella como centro. Y cayeron los dos en uno de esos momentos en los que no hay que explicar nada.
-¿Sólo por esta vez? –preguntó ella.
- Sólo por esta vez –contestó él.

Se tocaron, se miraron, se rozaron, se balancearon, se abrazaron y querían aún más. Querían todo y lo tuvieron por un momento. Sólo por un momento. Ese encerrado en la cámara y en la memoria. Al llegar a Caracas no hubo más, sólo silencio. Cada quien siguió con su vida, sabiendo que su momento había pasado ya.

domingo, 15 de agosto de 2010

Han implantado una idea en mi mente y fue Nolan


Llevaba casi dos semanas tratando de ir al cine para finalmente ver la película de Christopher Nolan, Inception (El Orígen). El asunto no se hacía sencillo, por el contrario a medida que pasaban los días se iba complicando. Yo nunca me he detenido al momento de ir al cine sola, lo he hecho en repetidas ocasiones y es muy relajante la verdad. En este caso mi papá estaba en Caracas y quise aprovechar su estadía en la ciudad para ir juntos a verla.

Después de posponer y posponer la salida por reuniones de trabajo, enfermedad y acontecimientos de última hora, el viernes pudimos sentarnos en nuestras butacas ubicadas en la cuarta fila de la sala y mirar la pieza del director de Memento. Debo decir algo antes de entrar de lleno a darles mi impresión de la película: yo no acostumbro ir al cine a ver films de acción -uno que otro de ciencia ficción- no soy asidua a ellos, me inclino más por los dramas y comedias románticas, y me reservo la que me llame la atención de estos otros géneros para ver en la comodidad de mi cama.

Sin embargo me pareció interesante que justamente tanto esta última como la película anterior de Nolan las vi en pantalla gigante y en ambas oportunidades he quedado gratamente sorprendida. No es que yo dude del talento de este realizador, todo lo contrario, es sólo que estoy acostumbrada a ver muchos efectos especiales y extrañar la sensación de que voy a recordar algo de lo que acabo de ver dentro de cinco años. Es justamente esta segunda parte la que más me interesa, por supuesto que los efectos visuales e imagenes digitalmente intervenidas aportan dinamismo y son agradables a la vista, además tienen su justo y merecido lugar en la trama, te recuerdan un poco a Matrix pero aún así tienen la capacidad de seguir sorprendiéndote.

Mi mayor sorpresa fue todo lo que despertó en mí esta pieza cinematográfica. Hay misterio, amor, lucha. Inception te introduce en un mundo, el mundo de los sueños y la compleja mente humana, no te permite salir de él y más importante aún: tú no quieres salirte. Todo lo que se pasea por la pantalla es necesario y no sobra para contar una historia, necesitas de recuerdos y memorias, retroceder y mantenerte conectado con el ahora. Cuando crees que ya el cine de ciencia ficción de estos tiempos no tiene nada nuevo que aportar aparece Nolan para decir que hay cosas que deben ser contadas, que hay mundos por descubrir y que si bien la psique no es un tema nuevo ni exclusivo, todo lo que rodea esta producción y su universo de detalles debe ser visto por la masa que quiere seguir soñando.


Lo que me gusta de estas reseñas es que no son nada hasta que quien las lee vea la película y juzgue él mismo. Es agradable cuando el público no coincide con los críticos, cuando se meriendan sin entusiasmo lo que los "expertos" tienen que decir (yo no lo soy, ni pretendo serlo). Como le dije a mi papá antes de ver la película en cuestión: "esta será una de esas adoradas por la gente y destruída sin éxito por la crítica". Bastaba leer en la prensa cosas como "Leonardo DiCaprio en una actuación de segunda categoría" y revisar en Twitter "que bolas Inception, lo mejor que he visto en mucho tiempo". No creo que sea la mejor película del año -hasta ahora me quedo con Hermano por muchas razones- pero sí tiene algo que aportar dentro de sus complejidades.

Al salir del cine -"¿Papá te gustó?" -"Sí, se puede ver". Cada quien juzgará, creo que la respuesta de mi papá es válida, aunque yo le agregaría varias cosas más como se pudieron dar cuenta. Pero ni yo soy experta ni mi papá es la masa. Vayan a ver El Orígen, amenla u odienla pero tengan con qué argumentar, no se queden fuera de la conversación de una de las mejores del año.

martes, 10 de agosto de 2010

#yoconfieso

Acabo de ver este video gracias a un tweet de la gente de @planetaurbe . #yoconfieso que no me aguanté y lo quise colocar acá, no sólo para compartirlo sino porque es una de las mejores cosas que he visto últimamente y sería una verdadera lástima no tenerlo en el blog. El autor es Juan Zelada, un español residenciado en Londres, que tomó como inspiración las confesiones de un montón de gente en su TL para hacer esta canción. ¡Disfruten!

domingo, 8 de agosto de 2010

Sueños añejados (Cuento 2)


Raquel estaba sentada en el sofá de la sala cuando de repente miró una mancha castaña justo al lado del cojín. Eso bastó para enfurecerla amargamente: empezó a respirar apresuradamente y su terso rostro se tornó colorado. Miriam la miraba inmóvil desde la puerta de la cocina y no fue hasta que dejó de replicar y gritar cuando le preguntó, “¿por qué estás arrecha?”.

Raquel enmudeció. Se sentó derrotada y tapó la mancha con el cojín. “Román se fue a Mérida, no sé que le costaba esperar hasta hoy. Nunca le exijo nada, sólo le pedí que esperara. Se fue y tengo esta angustia que no me deja comer, ni dormir, ni nada”. “Tranquila –le contestó Miriam- te voy a preparar un té”.

Raquel encendió el televisor mientras sonreía tristemente resignada. Estuvo un rato más sentada, se tomó el té y se quedó dormida, no como si cayera en un sueño placentero, sino como un soldado vencido por el agotamiento.

“¡Raquel despierta!”, gritó Miriam. Raquel alcanzó a escuchar que el presidente de Corpoandes, Román Eduardo Sandía, iba en la avioneta que hasta el momento permanecía desaparecida. Miriam, con las manos en el pecho, miraba de reojo a Raquel que ni siquiera lloraba, al contrario, su cara no mostraba expresión alguna. El amor de su vida, el padre de su hijo, su compañero estaba desaparecido o algo peor, y ella estaba serena.

Raquel se levantó y fue a su habitación, tomó el teléfono y llamó a la casa de Román en Mérida. “Buenas noches, por favor con la señora de Sandía… sólo dígale que su esposo está vivo y yo sé dónde está”. Raquel colgó, se acostó en la cama y durmió profundamente.

Esa noche soñó que estaba con Román en una playa y que caminaban tomados de la mano por la orilla mientras las suaves olas acariciaban sus pies. Ella sentía que estaba vivo, necesitaba sentirlo y nada ni nadie haría que eso cambiara.

Pasaban los días, las semanas y cada mes Raquel llamaba a la esposa de Román para contarle de su paradero. De vez en cuando cambiaba la ubicación guiada por sus sueños de reencuentro. Si soñaba que estaban frente al mar, decía que se encontraba las islas griegas –siempre habían querido ir allí-.

Así pasaron más de tres décadas, las llamadas se hicieron una costumbre pues Raquel las convirtió en su religión. Ella nunca se sintió culpable por lo que hacía, no se trataba de torturar ni atormentar, era más que eso: mantenía vivo a Román, no importaba dónde se encontrara, ella necesitaba que estuviera vivo en la mente de los demás como en sus sueños, así él regresaría.

Un día de marzo, fecha en la que Raquel cumplía sesenta años, recibió un regalo digno de tal ocasión. Por equivocación había sido hallada la avioneta Cessana YV-O-CAD Sky Master, donde se encontraron los restos del capitán de la aeronave y su único pasajero, Román Eduardo Sandía Briceño.

La mejilla derecha de Raquel se humedeció, se secó con la mano y la miró fijamente. Durante más de treinta años nunca había llorado. Nunca. Ese día lo hizo hasta secarse. No porque estuviera muerto, sino porque ahora todos lo sabían.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Inception

No quiero escribir de amor


Desde hace dos semanas estoy tratando de escribir una pauta que me asignaron en el taller de escritura que estoy haciendo. ¡Dos semanas! La asignación es realizar un cuento –de una cuartilla de extensión, máximo dos- que narre una historia de amor. No voy a decir que con las tareas anteriores todo fue soplar y hacer botellas. Es una fantasía –para mí- decir que me senté y las historias se escribieron prácticamente solas, eso sería una gran mentira.

Antes de escribir un cuento me imagino una escena, cómo se verían los personajes y todo ese tipo de cosas, pero me imagino todo en pantalla gigante como si fuese una película, luego –más importante todavía- me pregunto si yo vería esa película o si me sentiría bien luego de haber gastado 40 bolívares al salir de la sala del cine. Resulta que cual directora –digo yo- la historia y las escenas se van gestando poco a poco en mi mente, escribo notas para no olvidar las ideas, aunque la mayoría de las veces las deseche casi todas, hasta que finalmente no aguanto más y me siento a escribir. Hay días en los que tengo más suerte, me viene la musa o simplemente yo en mi ingenuidad creo que tengo una buena idea y estoy tan convencida de ello que me desespero por conseguir una superficie plana donde empezar a escribir y contar todo. No sé en cuál de los dos casos me va mejor, pero la segunda opción implica menos estrés, cosa que no me viene mal.

Lo cierto es que en este caso específico, en esta pauta de “amor” no me ha pasado ni lo primero ni mucho menos lo segundo. No he podido de forma alguna idear algo que me guste o que me incite a teclear. He leído poesía, he visto películas del género, he recordado viejos amores, episodios idílicos, hasta mis frases favoritas pero todo ha sido inútil.

No sé. Ya me estoy preocupando, peor aún: estoy estresada, y debería ser diferente ¿no? Cuando nos dieron las instrucciones para hacer la tarea todo se veía color rosa, hasta sonreí pensando en lo bueno que sería y entonces… ¡Sorpresa! ¿Será que el amor y yo estamos peleados en lo que a noviazgos y parejas se refiere? ¿Que por eso no soy lo suficientemente hipócrita como para fingir que puedo hablar del tema y peor aún idear una historia con final feliz? Está bien, ustedes dirán “bueno pero haz catarsis ahí y le pones el final que te de la gana”. A lo que les contesto: eso también lo he pensado pero tampoco me sirve. Es como si el tema me asfixiara y tuviera que buscar la molesta bombita de oxígeno para poder escribir algo medianamente decente al respecto. ¡Ojo! No soy una de esas mujeres que va por la vida diciendo “no me quiero enamorar, no creo en el amor, he sufrido mucho” y todo ese tipo de tonterías. Claro que quiero y lo he hecho, por supuesto que creo y he sufrido –como todos- es sólo que no sé qué pasa y a medida que voy escribiendo esto siento que me alejo más de la respuesta. Esto es una tragicomedia ya: quiero llorar, pero me da risa llorar por esto, me da rabia y todavía debo la bendita tarea.

Necesito darle ya un final a este post. Obviamente no voy a escribir el cuento ahorita, pero tampoco quiero acostarme a dormir sintiendo que aparte de no tener la historia dejé algo incompleto. Creo que lo único que me dejó este intento de terapia es la certeza de que escribir una historia de amor no es sencillo, ni en el papel ni en la vida. Que el amor siempre te da y te quita, que es tan incoherente que sientes que puedes escribir cientos de cosas sobre él y en realidad no escribir ni saber nada. Ese es mi final. Ni original, ni relevante. Insípido y mediocre como un mal guión, como una decisión tomada al azar o como una vida sin amor.

viernes, 16 de julio de 2010

Gracias, apreciamos tu silencio


Sin duda las cosas más sencillas, las que vemos más obvias y naturales son a menudo las que menos apreciamos. Es normal que leamos en libros de autoayuda y tarjetas de amistad esos consejos tipo "disfruta de las pequeñas cosas", "mira el atardecer", "fíjate en las flores y la sonrisa de un niño", etc, etc, etc. Pero lo que me lleva a escribir hoy no tiene nada que ver con eso -cada quien decide ser comeflor o no- Resulta que llevo dos días analizándolo, sufriendo y hoy más que nunca extraño el SILENCIO. Eso que a algunos agobia, los hace sentir solos y abandonados a mí me hace más falta que amor propio a los pasteleros de la plaza Alfredo Sadel.

La desesperación empezó a adueñarse de mí a las 2:00 am de la madrugada de hoy, hora en la que taladraban mi calle (la calle frente a mi casa) pues la alcaldía decidió asfaltarla nuevamente. Quería llorar: los audífonos y la música no eran suficiente para dejar de escuchar el molesto ruido, era penetrante, no podía dormir, estaba cansada y con sueño y aún así nada podía hacer para cambiar mi situación. Es por todo esto que empecé a reflexionar y pensé en varias situaciones más de la vida diaria en las que debemos apreciar el silencio y hacer uso de él cuando sea necesario (por favor!!!).

Apreciamos el SILENCIO...

Cuando estamos disfrutando de nuestra cena, escuchando un buen programa de radio y una cadena presidencial interrumpe sin permiso la paz de tan sagrado momento. Es que no se trata sólo de la interrupción en sí, sino de su contenido. Por ejemplo, Chávez hablando de... cualquier cosa. No tiene sentido! Gracias, apreciamos tu silencio.

Cuando estamos en una típica charla en la que tratamos de resolver algún problema o llegar a un acuerdo y sale un impertinente a decir cualquier tontería. Pana, si no tienes nada mejor que decir: Gracias, apreciamos tu silencio.

Esta es típica de salón de clases: estás en un exámen súper importante para ti, concentrado tratando de recordar esa palabra clave que te permitirá arrancar inspirado con tu respuesta. Estás a un toque, la tienes en la punta de la lengua y empiezan las tradicionales "alguien tiene borra", "quién me presta un lápiz", "profe hasta qué hora es el exámen", etc. Rayan en lo vulgar las groserías y frases que provoca contestarles, por eso, a ellos: Gracias, apreciamos su silencio!

Y como estas muchas más... Lo que trato de decir es que el silencio existe por algo, tienen su utilidad, hasta los incómodos y prolongados tienen su razón de ser. Respétalos, dales uso, aprende a utilizarlos y administra mejor lo que tienes en mente y quieres decir, porque no siempre es interesante ni relevante. Hoy más que nunca: gracias, apreciamos tu silencio.

miércoles, 14 de julio de 2010

Un deseo atado a la cama (Cuento 1)


Cristóbal seguía inmóvil en su cama mientras los primeros ensayos de luz rozaban su rostro inmutable. Desde allí miraba la cortina azul en la ventana moverse suavemente hacia delante y hacia atrás; por momentos sentía que su cuerpo se movía al mismo ritmo, que se balanceaba por telepatía, como deseando sacar fuerzas y voluntad para levantarse.

Tal vez se había acostumbrado tanto al ruido, al desorden y a los gritos desesperantes de la noche anterior, que era esa tensa calma amanecida la que no lo dejaba mover sus largas y musculosas piernas. Cerraba sus ojos por segundos y recordaba el sonido de los vidrios rotos en el concreto y al borracho impertinente que gritaba una y otra vez por qué lo había dejado su mujer. Había sido una noche de pesadilla, una tortura para sus oídos, porque mientras otros bailaban y exhibían alegremente sus pecados en la vía pública, él luchaba por conciliar el sueño.

En intentos fracasados sus brazos hacían movimientos rápidos que parecían temblores, espasmos… Quería impulsarse pero algo se lo impedía. En su mente se decía “vamos Cristóbal, levántate”, pero no terminaba de convencerse. Recordó a Lucía, lo bella que se veía anoche, su cabello largo azabache cayendo sobre sus hombros y esa mirada dulce que tenía mientras le decía “ven, vamos a divertirnos, no te vayas todavía”. Cristóbal no podía dejar de reprocharse y preguntarse “¿por qué no le hice caso? ¿Y si me hubiese quedado? No estaría en esta cama… o por lo menos no estaría solo”.

Sin pensarlo y haciendo un giro casi instintivo se levantó de un salto. Poco a poco dio pasos dudosos hacia la ventana, y al llegar: vio la imagen de la soledad de la calle ante sus ojos, la acompañaban la suciedad y la resaca de la borrachera colectiva, pequeños charcos producto de la lluvia y el recuerdo. Era otro día. Otro día que le golpeaba de frente. ¡Como deseaba volver a estar en su tormentosa cama!

lunes, 12 de julio de 2010

Iniesta y el hombre casi perfecto


El Mundial de Fútbol culminó ayer y nos ha dejado momentos para el recuerdo, reflexiones y acontecimientos que van más allá del deporte más bonito del mundo. Sucedieron cosas disparatadas como el salto a la fama de un pulpo con aparentes poderes extrasensoriales, una pancarta gigante donde le sacaban tarjeta roja a Chávez (presidente de Venezuela) y por supuesto el momento más romántico de la Copa del Mundo, Casillas besando a su novia reportera ante el planeta entero.

Todas las mujeres que pudieron ver en vivo la escena y las que lo vieron luego en videos por youtube, suspiraron ante lo que se convirtió en el sueño de muchas. Sin duda, emocionó verlo, sobre todo por lo que enmarcaba la escena: España por primera vez se titulaba campeón del mundo y tras todos los años de espera estampaba su primera estrella sobre el escudo de su selección.



Todo este furor me hizo recordar un tema que tenía varios días dando vueltas en mi cabeza y del que quería escribir, sobre todo para dedicárselo a una amiga que en varias oportunidades se ha quejado de mis gustos en lo que a materia masculina se refiere. Resulta que al parecer lo que para mí es sexy, atractivo y admirable en un hombre, no lo es para algunas (entre ellas Daniela) que me miran con cara de confusión cuando digo "qué bello es ese ser".

Se preguntarán "Ajá, y eso qué tiene que ver con el Mundial?". Bueno es que justamente el héroe de los españoles en este momento, el autor del gol que llevó a la gloria a su selección y a todo un país es un ejemplo casi perfecto del tipo de hombre que me gusta. Andrés Iniesta es un futbolista español de 26 años de edad, juega en la primera división de su país con el popular equipo Barcelona F.C y debutó con la selección ibérica en 2006 durante el Mundial de Alemania. Me gustaría acotar que a pesar de todo lo antes mencionado Iniesta no tiene una novia súpermodelo (es la misma desde hace años), no ostenta autos lujosos y costosísimos, ni es figura mediática a pesar de su fama (estas dos últimas cosas comunes entre los futbolistas "de élite"). Ya va, esto no es de lo que hablo, lean a continuación.


Las tres fundamentales
1. Talento. El amigo tiene contrato con el Barca hasta el 2015, es considerado como uno de los mejores del mundo y el histórico gol ante Holanda en la final de Suráfrica 2010 lo certifica. Esto es lo más sexy que puede haber en un hombre, que sea bueno en lo que hace, que se comprometa con su oficio, esa responsabilidad y entrega es tan admirable como irresistible.

2. Humildad. El personaje en cuestión tuvo que dar declaraciones como es de esperarse ante tal hazaña realizada, y en ellas no hizo alarde de su invaluable aporte al equipo, sino más bien resaltó el trabajo colectivo de sus compañeros y el esfuerzo de todos detrás en la selección. Ustedes dirán "bueno, eso lo hacen todos los atletas que practican deportes de conjunto", pero hay algo más, es una cuestión de actitud, de nobleza. Una persona que haga las cosas bien, lo sepa y no necesite gritarlo a los cuatro vientos está sin duda en el camino correcto y es gusto estar cerca de ella.

3. Saber disfrutar. La cara del español como un niño con juguete nuevo luego del triunfo, no tiene precio. Pude ver un video de cuando tenía apenas 14 años y ya tenía tan claro lo que quería ser y hacer, pensar en todo lo que ha pasado desde entonces y lo que ha logrado te acerca más a esa sensación. No se trataba de las miles de personas gritando, los fuegos artificiales, la música y todo el espectáculo alrededor, sino de la mirada -por momentos perdida- como sin poder creer del todo lo que pasaba. De esto se trata: ser talentoso, ser humilde, pero sobre todo disfrutarlo. Ahí estás en la cúspide.

¡Helo ahí! No es cuestión de genética, no necesitan nacer con ojos azules, rasgos de Dios griego o sonrisa perfecta, ni matarse en un gimnasio para lograr el cuerpo perfecto. Apreciamos lo que es bello a los ojos, sí. Pero si me preguntan a mí, lo verdaderamente sexy, lo que me atrapa y me cautiva, lo que me provoca mil y un fantasías no es que seas Brad Pitt, es que sepas quién eres y no te de miedo mostrarlo, lo demás es un puro adorno. ¡Ojo! No eres perfecto, pero ahí vas.

viernes, 2 de julio de 2010

La esperanza de Hermano




Y llegó el día para Marcel Rasquin, Enrique Aular y toda "la familia" (como ellos mismos describen a todo ese equipo) de la película venezolana Hermano. Hoy, finalmente, después de "ocho semanas de rodaje y un año de postproducción", la historia de Daniel y Julio (en este caso) y de muchos que pueden identificarse con ellos, verá la luz ante el público ciollo.

Digo que muchos se pueden identificar con estos hermanos porque no se trata de fútbol, éste deporte sólo sirve de excusa y puente para adentrar al espectador en un sueño, que puede ser el de Luis de ser cantante de rock, el de Marcela de ver en vivo a los Rolling Stones, o el de Francisco de ir a un juego entre Nueva York y Boston en el Yankee Stadium. Por supuesto, hay una realidad que rodea a los personajes que no escapa de los que vivimos en esta ciudad que es Caracas y que muchos conocemos, aunque no vivamos en Petare o en cualquier otro barrio de la capital.

Estos chamos, Fernando Moreno (Daniel) y Eliú Armas (Julio) lograron conmoverme, con sensibilidad y fuerza mostraron que hay cosas importantes en la vida, que la familia es una de ellas y que los sueños son los que nos mantienen vivos. Cada frase que dicen es justa y necesaria, nada estuvo de más. Que bueno ir a ver una película venezolana y traerte de vuelta frases que no puedes sacar de tu cabeza por semanas.

Hay humor, hay drama, momentos de mucha violencia (esa que lamentablemente se va volviendo costumbre y nos sorprende cada vez menos), risas, llanto, tragedia. Sin embargo, si tuviera que elegir un sentimiento que prevaleció y que me llevo conmigo (gracias en gran parte a Daniel) es la esperanza. Sí, lloré, me molesta la injusticia y la maldad, pero la nobleza y la lucha aunque no lo crean vive en muchos de los que están arriba en el cerro, de eso no me cabe duda.


Como le comenté a Yimmi, otro bloguero que escribió sobre la película, no pude evitar salir de la sala sintiéndome como si a pesar de todo todavía se pudiera creer y luchar por algo, ese sentimiento de que los sueños si se pueden hacer realidad (aunque suene cursi y trillado).

Hoy que se estrena Hermano en Venezuela quisiera que las salas de cine estuviesen repletas de gente, no sólo para apoyar al talento nacional (como escuchamos continuamente) sino porque además se van a topar con una producción que marca para mí un capítulo en nuestro cine. En este momento pudiera copiarme unos cuantos piropos técnicos que lei por ahí, pero más que con eso me quedo con una historia y una trama bien contada, un guión rico, interpretaciones sinceras y trabajo duro. Sí, mi hermano, en Venezuela se hace cine y vale la pena verlo.

domingo, 27 de junio de 2010

Patea la calle, no la ventana



Después de asistir ayer a PeMdlC, entre el cansancio y la buena vibra que dejó, empecé a leer críticas y más críticas del evento y de otras cosas, no sé exactamente por qué llegaron -si por casualidad o causalidad- todas esas notas a mí, unas más agresivas que otras, sobre temas varios. Lo cierto es que a pesar de que cada una de ellas estaba basada en argumentos válidos, no las recibí con los brazos abiertos y en algunos casos me parecieron injustas.

Resulta que hay mucho descontento por el evento, que han tachado de ser una farsa gracias a las debilidades e inconsistencias de organización y contenido. Para ser sincera, yo no visité las 24 estaciones, por lo que mi opinión está basada en lo que ocurrió en Altamira y La Castellana, plazas en las que por cierto reinó la música de las bandas nacionales más prominentes.

Enumerando algunas incongruencias
Mentira nº1. "Una noche para caminar en familia"
Definitivamente no. El ambiente no era el más apropiado para niños y personas de la tercera edad, al contrario, el alcohol que reinaba en las calles acompañado del comportamiento alocado típico de la juventud que va actuando en masa, no era precisamente una invitación familiar ni de integración. Mientras caminaba, con mi vaso de cerveza -que los locales aledaños aprovecharon de vender al doble de su precio normal- pensaba en lo difícil e inverosímil que hubiese sido llevar a mi hermanito de cinco años a ese lugar para que viera un poco de arte.

Mentira nº2. "Un reencuentro de TODOS con la ciudad"
Esto tiene varias cosas y aunque me considero una persona "buena vibra" no se puede negar lo que está a la vista: es una fantasía, lo que pasó ayer es sólo un día al año, es un "reencuentro" efímero, fugaz. Es un bochinche, sí, en el que la gente va danzando sin miedos al compás de una canción que dice "aprovecha que hoy los malandros y la inseguridad no ponen la hora". Es triste, pero cierto. Aparte, la palabra TODOS no es sólo inválida por la mentira anterior, sino también por la falta de espacios para la gente discapacitada. Un caso claro fue el de una chama que estudia en la misma universidad que yo, a la que vi luchar para poder pasar entre el río de gente que abarrotaba las calles.



Es fácil ponerse de un lado o del otro
En una de las notas que leí decían que es fácil ir a un evento como este y aplaudir sin ver las fallas que encierra, pero la verdad es que es igual de sencillo -o más- sentarse a criticar. Sí, abarcó más música que lugares de intercambio y contacto artístico, sí, propuso más publicidad y propaganda que propuestas de calidad, pero se hizo. Eso también tiene mérito, ciertamente hay cosas que mejorar de cara a la próxima edición, pero crucificar a uno de los pocos espacios para el talento de aquí me parece absurdo.

Hay que hacer más y criticar menos, por lo menos envía un mail, llama por teléfono u ofrécete como voluntario. Venezuela necesita más de eso que de jueces. Esperemos que el próximo año PeMdlC proponga más en la práctica y no se quede en el papel. Gracias a los artistas que asistieron, ustedes son los que provocan ese deseo de que el sistema mejore, porque sabemos que hay talento y que tanto ustedes como nosotros merecemos lo mejor de él.

sábado, 26 de junio de 2010

Lo que pasará hoy en Caracas


El tema de las primeras veces está tan, pero tan trillado, que no me gustaría caer en ese tema tan temprano. Lo que pasa es que estoy ante una primera vez más: el primer post, entrada o texto, en esta libreta. Lo pensé y pensé, mientras escuchaba Cultura Profética y veía en silencio el partido de EEUU y Ghana, y lo que decidí escribir es una previa de lo que va a pasar dentro de pocas horas en Caracas.

Resulta que hoy se llevará a cabo la quinta edición de "Por el Medio de la Calle", una iniciativa de la Fundación PlátanoVerde, que convierte las calles de Chacao en una exposición de arte urbano. Lo que más me agrada de todo esto es que no se limita a una sola rama, sino que presenta un montón de representaciones artísticas: hay magia, teatro, música, poesía, performance y más de lo que podemos llamar cultura urbana.

Lo más importante y fino de todo esto, es que, apartando a unos invitados internacionales, todo este talento es criollito, jóvenes y no tan jóvenes venezolanos que decidieron exponer hoy lo que mejor que saben hacer en cada una de sus propuestas. Sin duda, va valer la pena que vayas y conozcas lo BUENO que se está haciendo en el país.

Si lo tuyo es la música -como es el caso de nosotros los púrpuras- las mejores bandas venezolanas estarán ahí, por nombrarte algunas: Telegrama, LeBronch, La Vida Boheme, Viniloversus, Charliepapa, y para acabar los trapos el gran Alfredo Naranjo y su Guajeo. Para todos los demás que disfrutan del arte en todas sus presentaciones, valga también la invitación.

Si lo que hacemos fuera publicidad, ya los hubiesemos bombardeado de cosas de estas desde hace semanas, pero como no andamos pendiente de vender nada, sólo nos gustaría que te enteres del montón de cosas chéveres que se están haciendo y que si no puedes ir hoy, sigue pendiente porque todo el tiempo van saliendo cosas interesantes. Ah, apoya a la Vinotinto! y Nos vemos en Por El Medio De La Calle!